El rol estratégico de 5G

13 de Octubre de 2020
La opinión de Enrique Carrier sobre por qué la tecnología 5G se encuentra en el centro del escenario

Artículo publicado en Comentarios.info.

La cercanía de las elecciones presidenciales en los EE.UU. llevan a muchos en la industria a preguntarse si esto implicará un cambio en la política hacia China. O más particularmente, hacia Huawei, empresa más afectada por las decisiones tomadas en diversos países. Todo en un escenario donde la tecnología 5G se encuentra en el centro del escenario.

El primer paso para el análisis es comprender el factor geopolítico y de seguridad nacional detrás del 5G. En esto es fundamental entender que, a diferencia de lo sucedido con las generaciones móviles anteriores, la 5G no es evolución sino revolución. Hasta ahora, las distintas generaciones (1G, 2G, 3G y 4G) fueron evoluciones de un servicio destinado a personas y sus necesidades de comunicación. Primero fue la voz analógica (1G). Luego, con 2G, vino la voz digital y la mensajería vía SMS y los primeros mensajeros (caso BBM) y el mail. Más tarde, 3G permitió el uso de Internet (vía Web) y las primeras apps. Y 4G, con su mayor capacidad, habilitó el consumo audiovisual desde el celular, así como la llegada de apps más sofisticadas, lo que terminó dando acceso a Internet a millones de personas, que además tuvieron conectividad constante en un equipo de bolsillo. En el caso de 5G, si bien se mantiene la comunicación destinada a personas, incluye un factor relevante y disruptivo: la conexión de objetos. Millones de objetos. Esto llevará a las redes móviles a permear las más diversas actividades que hasta ahora se desenvolvían sin necesidad de conectividad. Una amplia variedad de sensores, máquinas e infraestructuras se conectarán para dar lugar a industrias 4.0, ciudades inteligentes, etc.

De este modo, es fácil comprender por qué las redes de telecomunicaciones, no sólo las móviles sino también las fijas, entendiendo que 5G es un híbrido entre ambas, pasan a ser una cuestión geopolítica y de seguridad nacional. Sabotear estas redes puede lograr no sólo que las personas se queden desconectadas, sino que también puede llevar al colapso de distintas infraestructuras clave de la sociedad moderna. Así, queda claro que el peligro asociado a 5G no está tanto en el espionaje, como se suele mencionar, sino en la hipótesis de un sabotaje. Y en una sociedad hiperconectada, cualquier acción o sabotaje en las redes puede tener más impacto y alcance que una bomba.

En cuanto al 5G dentro de la relación de los EE.UU., algunos ven estas acciones como parte exclusiva de la guerra comercial entre ambos países y de la lucha por la supremacía tecnológica. No obstante, en su origen al menos, la cosa pasa por cuestiones políticas y de seguridad nacional. Tampoco hay que creer que este conflicto se originó bajo la administración Trump (aunque sin dudas escaló). En realidad, el primer antecedente data de 2012, época en la que Obama era el presidente de los EE.UU., cuando el comité de Seguridad Nacional del Congreso de aquel país desaconsejó el uso de equipos de redes de origen chino, si bien entonces ni siquiera se hablaba masivamente de 5G.

Es por esto por lo que los EE.UU. no quieren que, para esa infraestructura tan básica como estratégica, su rival por la supremacía mundial sea también su proveedor, con el riesgo que sea utilizada como un caballo de Troya para afectar su funcionamiento. Sería como si durante los años más álgidos de la guerra fría, EE.UU. hubiera dependido de tecnología rusa para manejar sus redes de energía. Impensable. Lo mismo ocurre hoy con China y las redes de telecomunicaciones. Y por la misma razón, las redes de sus aliados no pueden estar sometidas a esta hipótesis, razón por la cual EE.UU. presionó y presiona a éstos para que se deshagan de los proveedores chinos en sus redes de telecomunicaciones.

Todo esto hace pensar que aun en el caso en el que el ganador de las próximas elecciones fuera Joe Biden, la orientación en esta materia no cambiará sustancialmente. Por continuidad de una política que nació en 2012 y por haber llevado a muchos de sus aliados (Reino Unido, Japón, Australia, Canadá, Francia, Alemania, Italia y otros) a adoptar distintas medidas de restricción hacia los proveedores chinos en general y Huawei en particular. Una marcha de los EE.UU. atrás tendría un costo político altísimo. Además, no importa si hay o no pruebas del vínculo entre Huawei y el gobierno chino. En materia de seguridad nacional, alcanza con la hipótesis.

(*) Enrique Carrier: Analista de mercado especializado en Internet, informática y telecomunicaciones, con más de 20 años de experiencia en el sector tecnológico. Además, es el editor de “Comentarios”, el newsletter semanal y blog de Carrier y Asociados